TRABAJOS 1º BACHILLERATO

DISCURSO DE LA PASTORA MARCELA. Don Quijote de la Mancha. Parte1. Capítulo XXIV
"No vengo, oh Ambrosio, a ninguna cosa de las que has dicho, respondió Marcela, sino a volver por mí misma, y a dar a entender cuán fuera de razón van todos aquellos que de sus penas y de la muerte de Grisóstomo me culpan. Y así ruego a todos los que aquí estáis me estéis atentos, que no será menester mucho tiempo ni gastar muchas palabras para persuadir una verdad a los discretos. Hízome el cielo, según vosotros decís, hermosa, y de tal manera, que sin ser poderosos a otra cosa, a que me améis os mueve mi hermosura, y por el amor que me mostráis decís y aun queréis que esté yo obligada a amaros. Yo conozco con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que por razón de eser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama; y más que podría acontecer que el amador de lo hermoso fuese feo, y siendo lo feo digno de ser aborrecido, cae muy mal el decir quiérote por hermosa, hazme de amar aunque sea feo. Pero puesto caso que corran igualmente las hermosuras, no por eso han de correr iguales los deseos, que no todas las hermosuras enamoran, que algunas alegran la vista y no rinden la voluntad; que si todas las bellezas enamorasen y rindiesen, sería un andar las voluntades confusas y descaminadas sin saber en cuál habían de parar, porque siendo infinitos los sujetos hermosos, infinitos habían de ser los deseos; y según yo he oído decir, el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario y no forzoso. Siendo esto así, como yo creo que lo es, ¿por qué queréis que rinda mi voluntad por fuerza, obligada no más de que decís que me queréis bien? Sino, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades? Cuanto más que habéis de considerar que yo no escogí la hermosura que tengo, que tal cual es, el cielo me la dio de gracia sin yo pedirla ni escogella; y así como la víbora no merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela dado naturaleza, tampoco yo merrezco ser reprendida por ser hermosa; que la hermosura en la mujer honesta es como el fuego apartado, o como la espada aguda, que ni él quema, ni ella corta a quien a ellos no se acerca. La honra y las virtudes son adornos del alma, sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea, no debe parecer hermoso; pues si la honestidad es una de las virtudes que al cuerpo y alma más adornan y hermosean, ¿por qué la ha de perder la que es amada por hermosa, por corresponder a la intención de aquél que por solo su gusto con todas sus fuerzas e industrias procura que la pierda? Yo nací libre, y para poder libre escogí la soledad de los campos; los árboles destas montañas son mi compañía, las claras aguas destos arroyos mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado, y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras; y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna a Grisóstomo, ni a otro alguno, el fin de ninguno dellos, bien se puede decir que no es obra mía que antes le mató su porfía que mi crueldad; y si me hace cargo que eran honestos sus pensamientos, y que por esto estaba obligada a corresponder a ellos, digo que cuando en ese mismo lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad, y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura; y si él con todo este desengaño quiso porfiar contra la esperanza y navegar contra el viento, ¿qué mucho que se anegase en la mitad del golfo de su desatino? Si yo le entretuviera, fuera falsa; si le contentara, hiciera contra mi mejor intención y prosupuesto. Porfió desengañado, desesperó sin ser aborrecido: mirad ahora si será razón que de su pena se me dé a mí la culpa. Quéjese el engañado, desespérese aquél a quien le faltaron las prometidas esperanzas, confiese el qeu yo llamare, ufánese el qeu yo admitiere; pero no me llame cruel ni homicida aquel a quien yo no prometo, engaño, llamo, ni admito. El cielo aun hasta ahora no ha querido que yo llame por destino, y el pensar que tengo que amar por elección es excusado. Este general desengaño sirva a cada uno de los que me solicitan de su particular provecho, y entiéndase de aquí adelante, que si alguno por mí muriere, no muere de celoso ni desdichado, porque a quien a nadie quiere, a ninguno debe dar celos, que los desengaños no se han de tomar en cuenta de desdenes. El que me llama fiera y basilisco, déjeme como cosa perjudicial y mala: el que me llama ingrata, no me sirva; el que desconocida, no me conozca; quien cruel, no me siga; que esta fiera, este basilisco, esta ingrata, esta cruel y esta desconocida, ni los buscará, servirá, conocerá, ni seguirá, en ninguna manera. Que si a Grisóstomo mató su impaciencia y arrojado deseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de los árboles, ¿por qué ha de querer que la pierda, el que quiera que la tenga, con los hombres¿ Yo, como sabéis, tengo riquezas propias, y no codicio las ajenas: tengo libre condición, y no gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie; no engaño a este, ni solicito a aquel, ni me burlo con uno, ni me entretengo con el otro. La conversación honesta de las zagalas destas aldeas, y el cuidado de mis cabras me entretiene; tienen mis deseos por término estas montañas, y si de aquí salen, es a contemplar la hermosura del cielo, pasos con que camina el alma, a su morada primera"




COMENTARIOS CRÍTICOS


La intención de Cervantes en este fragmento es criticar las actitud de los hombres para con las mujeres, pues ellos piensan que son algo que les pertenece y que están obligadas a hecer todo lo que les ordenen.
De esta forma, Cervantes reivindica en el texto la fuerza y pasión del género femenino que rehúsa ser dominado o infravalorado.
Esta crítica se suma a otras incluidas en El Quijote. Además del propósito principal de Cervantes, que es mofarse de los, por entonces, populares libros de caballerías.
                                                     Isabel Lozano. 1º bachillerato CCSS/HUM


El autor, Miguel de Cervantes, nos transmite que no se puede obligar a nadie a hacer algo cuando este no está dispuesto y lo hace con el mejor ejemplo de correspondencia que es el amor. Nos sitúa en el contexto en el que una joven muy guapa, Marcela, a la que todos quieren, es culpada de la muerte de uno de ellos, Grisóstomo, al cual no correspondió con su amor.
Marcela no ha elegido ser bella, por lo tanto no se la puede acusar de no sentir amor por quien la ama, haciendo una serie de comparaciones :
 "así como la víbora no merece ser culpada por la ponzoña que tiene, puesto que con ella mata, por habérsela dado naturaleza, tampoco yo merezco ser reprehendida por ser hermosa"
(...)
El amor es bueno cuando es correspondido, pero en ocasiones juega malas pasadas, así como la belleza de cada persona. Nadie debe realizar sus actos por iniciativa externa, es decir, no nos podemos dejar llevar por los sentimientos o actos de los demás para realizar los nuestros.
Para finalizar, podemos destacar que la autenticidad es un valor muy importante como demuestra la protagonista de esta escena; ya que, si se hubiera dejado llevar por las opiniones de los demás, la historia cambiaría totalmente y Marcela no tendría esa firmeza y seguridad a la hora de realizar sus actos.
                                        Benjamín Calero. 1º bachillerato CCSS/HUM


Por casi todos es sabido es sabido que el Quijote fue una obra creada por Cervantes para criticar la novela de caballerías. En este caso nos quiere demostrar mediante este capítulo un aspecto negativo de la sociedad de 1605.
Cervantes rompe una lanza a favor de la mujer de la época criticando el absurdo protocolo de emparejamiento del siglo XVII.
Marcela no quería casarse con ningún hombre de los que se le declaraban, ni tampoco con los que su tío le aconsejaba.
También se ridiculizaba a los hombres que, locos de amor, son capaces de hacer cualquier cosa (hasta suicidarse) pero esto no es culpa de la mujer sino del hombre.
                                      Víctor Manuel Gil. 1ºbachillerato CCSS/HUM









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